"Como la canela y el bálsamo aromático exhalé mi aroma
y como la mirra escogida di suave olor,
como gálbano, estacte y alabastrino vaso de perfume
como nube de incienso en el tabernáculo"
(Eclesiástico 24,20-21)
Lo que en la actualidad llamamos clavos son los capullos del clavero, Eugenia caryophillata, un árbol de la familia de las mirtáceas, oriundo de las islas Molucas y que se cultiva en muchos países tropicales. Es imposible confirmar que los antiguos hebreos conocieran esta especia. Según parece, antes del nacimiento de Cristo los chinos masticaban estos clavos.
El clavero pudo haberse difundido desde China por medio del comercio, a pesar de que este extremo no es totalmente seguro. La forma de clavo que tiene el capullo se debe al ovario interior de la flor, que a veces llega a medir 12 milímetros de largo. Como el capullo sin abrir es rojo, cuando el árbol está en flor ofrece una imagen singularmente bella. Al secarse, los capullos se vuelven pardos. Los clavos se usan con fines medicinales como digestivos y su aceite esencial tiene aplicaciones técnicas. (Hierbas medicinales en la Biblia)
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