
"Guarda tu corazón (o tu imaginación) más que cualquier otra cosa, pues de él manarán las fuentes de la vida". (Prov.4,23). Esto significa que aquello lo que el hombre imagina se exterioriza, tarde o temprano, en su vida. Para participar con éxito en el juego de la vida, es necesario dirigir bien nuestra imaginación, animándose a representar nada más que el bien. Atrae a tu vida "todos los deseos justos de tu corazón", la riqueza, el amor, las amistades, la perfecta expresión de vos mismo y la realización de tus más altos ideales.
La imaginación es llamada "las tijeras del espíritu" y de hecho, recorta sin parar, día tras día las imágenes que formamos y tarde o temprano, encuentra en el plano exterior tus propias creaciones. Para formar convenientemente tu imaginación, debes conocer la naturaleza de tu espíritu, su forma de funcionar; los griegos decían "Conócete a ti mismo".
El espíritu comprende tres planos: el subconsciente, el consciente y el superconsciente. El primero no es más que fuerza sin dirección. Se parece al vapor o a la electricidad y manifiesta aquello que se le ordena, no tiene un poder intrínseco. Todo lo que sentimos profundamente o imaginamos claramente queda impreso en el subconsciente y se manifiesta en los menores detalles.
El consciente es llamado espíritu mortal o carnal. Es el espíritu humano que ve la vida tal como ésta se manifiesta. Observa la muerte, la enfermedad, la miseria, los desastres, las limitaciones de todo tipo e imprime esto en el subconsciente.
El superconsciente, es el espíritu de Dios que está en cada hombre, es el plano de las ideas perfectas. Es ahí donde se encuentra el "modelo perfecto" del que habla Platón, el Plan Divino, pues hay un plan divino para cada persona. "Hay un lugar que tú debes ocupar y que ninguna otra persona puede ocupar; tú tienes una tarea por hacer que ninguna otra persona puede cumplir". (El juego de la vida....y cómo jugarlo).
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