El calendario hebreo se basa en el tiempo solar-lunar, o sea, en los 28 días o moradas de la Luna. Cada signo tiene correspondencia con las letras hebreas y en ellos se encuentran reflejadas las 12 tribus de Israel. Este alfabeto es mágico. Consta de 22 letras que, a su vez, se corresponden con los 10 planetas de nuestro sistema solar y con las 12 Casas del Zodiaco. Esta secreta arquitectura forma parte de los caracteres conocidos como figuras celestes, encuadrados con los nombres de los ángeles y sellos pantaculares. Es el caso del hexagrama o sello de Salomón que es la función de dos triángulos invertidos y entrelazados (la estrella de 6 puntas, escudo de David o Estrella de Sión). Allí se advierten los 4 elementos tradicionales de la Astrología, un triángulo de Fuego y Aire con la punta hacia arriba y en triángulo de Agua y Tierra con la punta hacia abajo.
A lo largo de miles de años han existido numerosos oráculos, todos basados en un principio fijo: el Sol y sus respectivos planetas. A partir de ellos se han hecho numerosas y certeras predicciones en libros sagrados que han ayudado a la necesidad humana de "entender". Existe un lenguaje común que está implícito en la necesidad de búsqueda del hombre, en su necesidad de unirse con el Cosmos. Los sabios de la antigüedad, que dominaban estos conocimientos secretos, consideraban los signos y los planetas como la representación de lo que sucedía en cada individuo. "Lo que está arriba está abajo", dijo Hermes Trimegisto. Esta sentencia no puede ser olvidada hoy cuando vemos con mayor claridad que todo se encuentra interrelacionado. El sistema solar se refleja en nuestro espíritu, como hijos de la tierra. Esa emanación divina, que llamamos espiritualidad, está ligada a lo que no percibimos con la visión pero que se encuentra en nuestras raíces y en nuestra memoria genética. El conjunto de estos conocimientos nos llega a través de un lenguaje incompleto y fragmentario. La ciencia astrológica es la ciencia de las interpretaciones, que también se encuentra dentro de numerosas gemaras (tradición oral del pueblo judío). Se remonta a Seth, el tercer hijo de Adán, de quien se cuenta que predeterminó, mediante cálculos astrológicos, el diluvio universal. El dejó su legado para las generaciones futuras grabado en dos piedras. Los demás pueblos (principalmente los caldeos, babilonios y egipcios) tomaron su conocimiento. Estos le dieron suma importancia a la fuerza gravitatoria de la Luna, en especial al momento de la Luna Nueva, que es el instante en que se junta con el Sol y dejar de iluminar la Tierra. Este ciclo se repite cada 28 días. Antes de que el hombre naciera ya existían las estrellas, el Sol, las estaciones que se corresponden a las 4 fases lunares:
Primavera: Luna Nueva
Verano: Luna Creciente
Otoño: Luna Llena
Invierno: Luna Menguante
La Luna está directamente relacionada con las mareas, los ritmos vitales de los habitantes acuáticos, las gestaciones, los ritmos femeninos y la fertilidad de la tierra. Contribuye también a los cambios climáticos y a las lluvias. En lo profundo, influye sobre el inconsciente del hombre. Pero esta escapa a la ciencia porque pertenece al designio de las estrellas. Los designios de nuestro Creador son innumerables. Tal vez conociendo nuestro interior a través de la Luna podremos vislumbrar los mandatos divinos. El axioma "ojo por ojo, diente por diente", siempre tan mal interpretado, nos indica que si el hombre daña, recibirá en igual magnitud al daño ocasionado. Esto nos habla de un Creador lleno de bondad y misericordia. Si no existiera el castigo no podríamos distinguir entre el bien y el mal. Así vemos que el Tikun (ley de evolución y aprendizaje) nos da la posibilidad de conocernos a nosotros mismos y así conocer los principios universales. Al igual que la tierra es más fructífera cuanto más se la cultiva, cuanto más abiertos estemos a la luz del saber, entraremos en ese maravilloso mundo de correspondencia con el universo. De esa forma comprenderemos la infinita bondad que nos permite crecer y evolucionar.
(Elena Casal).
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