Cada uno de nosotros pertenece a un signo zodiacal que está regido por la posición que ocupa el Sol al momento de nuestro nacimiento. "En la Tierra como en el Cielo", supone que, como un holograma llevamos en nosotros el mapa de nuestro ciclo natal. El Sol, según la simbología, es nuestro ser consciente, lo que sabemos de nosotros y lo que está a la vista. El representa nuestra parte lógica, la cara visible y luminosa. Sin embargo, seguramente, muchos no nos sentimos identificados por completo con las características de nuestro signo solar. Esto se debe a que, con una fuerza poderosa, la Luna está presente. Esta ubicación especial rige el inconsciente, las emociones, la intuición y los sentimientos en general. Ella expresa nuestra parte oculta, que sólo se manifiesta tangencialmente a través de los impulsos. Si el Sol representa la voluntad, el Yo y el acto, la Luna es lo que está en potencia, el Yo emocional. Ella nos impulsa al cambio, a las acciones impensadas. Femenina por definición, su influencia no se manifiesta de idéntica manera en hombres y mujeres. Para ellos representa en parte su inconsciente pero fundamentalmente, la mujer que los completa, ese otro yo que anhelan y buscan.
Para las mujeres por el contrario, la Luna define con mayor claridad su Yo, su forma de ser, de sentir y actuar inconsciente. Conocer nuestra Luna natal nos permite comprender nuestras raíces más profundas, aquello que mantenemos oculto hasta de nosotros mismos y que, muchas veces, se pone de manifiesto en actitudes que somos incapaces de explicar. En general, las características solares nos resultan familiares y con ellas nos identificamos. Sin embargo, las lunares nos dan la verdadera posibilidad de explorar nuestro interior e ir de a poco, entendiendo nuestros procederes más irracionales. Al hallar en las tablas nuestro signo lunar, encontraremos las respuestas a muchos de los interrogantes que nos desvelan. Así podremos tener una mirada más lúcida respecto de nosotros y de los otros. Cuando comencemos a iluminar ese lado oculto de nuestro ser comprenderemos por fin, de qué manera nuestro intelecto nos sella y nos define.
(Elena Casal).
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