El agua es anterior al Sol y a la Tierra, que surgió de ella. Los antiguos llamaron aguas superiores a aquel mundo signado por los fenómenos atmosféricos que tiene al firmamento como cúpula y aguas inferiores a los líquidos que conforman los mares, los ríos, los lagos y manantiales y sus equivalentes psicológicos, presentes en todo el planeta.
Las aguas son símbolo de purificación como bien puede verse en las sociedades que acudían a ellas en busca de una nueva vida (como el bautismo cristiano).
El agua, energía pasiva, fecunda constantemente la actividad de las potencias. En la lámina de La Templanza se entremezclan las aguas y paradójicamente en La Estrella, los mismos líquidos recogidos de un cauce, vuelven a integrarse a su corriente.
Las aguas son un vehículo necesario para la reproducción de todas las especies. Las de la lluvia han sido tomadas como un factor imprescindible para la generación universal, a tal punto que los dioses de la lluvia ocupan un lugar análogo o aún más importante que las deidades solares en ciertos panteones.
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