Sobre las paredes de las tumbas y los templos antiguos, perdidos en el desierto, hay un símbolo que aparece con frecuencia: un objeto semicircular, con mango y unas líneas que representan el humo que sale del mismo. Esto confirma que en Egipto se utilizaba el incienso desde los tiempos más antiguos. Era un pueblo extraordinario. Los egipcios se sirvieron de una estrecha franja de tierra fértil a lo largo del Nilo para crear una civilización sin igual en su arquitectura, su arte y sus habilidades. Las inscripciones de los templos y de las tumbas han entregado sus secretos. Ya tenemos una idea de cómo era la vida diaria en el antiguo Egipto, al menos entre las clases superiores. Cuando Egipto se hizo fuerte, sus gobernantes importaron de tierras lejanas incienso, sándalo, mirra y canela. Estos tesoros aromáticos eran exigidos como tributo a los pueblos conquistados y se cambiaban incluso por oro. Esta situación indica la estima que tenían los egipcios a las esencias. Se empleaban en medicina, en la conservación de los alimentos, en la cocina, en la religión y en la magia. El empleo del aroma se extendía incluso más allá de la muerte. Los cuerpos embalsamados eran untados con ungüentos aromáticos y en las tumbas se encerraban tarros de perfume para que el difunto los utilizara en la otra vida. Cada mañana, las estatuas de las deidades eran untadas por los sacerdotes con aceites aromáticos. Se quemaba incienso en muchas ceremonias del templo, durante la coronación de los faraones y para los rituales religiosos. Se quemaba también en los entierros, para extraer del cuerpo los espíritus negativos. (Aromaterapia - Scott Cunningham).
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