UN PASEO PARA CONOCER EL MUNDO DE ESTOS SERES MARAVILLOSOS .....

abril 03, 2010

Notre Dame du Romigier

En la Provenza hubo varias Vírgenes Negras, pero fue también víctima de la intolerancia religiosa y política y, más que en otras partes, en diversas ocasiones las guerras de religión se desencadenaron allí provocando destrucciones irreparables de monumentos, efigies y de archivos. Así perecieron muchas estatuas de Vírgenes Negras, algunas d las cuales, como las de Aviñón y Arles, eran muy célebres. Ambas no fueron sustituidas. No obstante en Manosque (foto), el viajero descubrirá una efigie muy antigua que ha sido preservada y no carece de interés. Cuando se penetra en la iglesia que la cobija, uno de los edificios románicos más antiguos, construido en el siglo X y cuyas sucesivas restauraciones no han alterado demasiado su aspecto primitivo, se experimenta una sorpresa ante la densa oscuridad que reina allí. Esto ocurre como si los constructores, en lugar de buscar la iluminación, hubieran procurado evitar la luz demasiado viva, creando un ambiente de cripta o de catacumba... Extraña sensación... Simple coincidencia o intención deliberada e ingeniosa de los hombres de la Edad Media, en cualquier caso, dicha sensación concuerda bien con el simbolismo de la Virgen Negra y muy especialmente en Manosque acentúa su efecto.
Cuando, en el silencio, el encanto de Notre Dame du Romigier ha actuado sobre el fiel, y éste, reconfortado, abandona la iglesia, al abrir la puerta queda bruscamente inundado y deslumbrado por el sol de la Provenza. Experimenta la sensación de una luz enteramente nueva, del mismo modo que el iniciado al término de oscuras pruebas accede a la iluminación. Este es sin duda el motivo por el cual la estatua es llamada a veces Notre Dame de Vie y al igual que las otras Vírgenes Negras.
¿De cuándo data la estatua? Para muchos naturales de Manosque, se remontaría al siglo IV o V y para escapar más tarde a los sarracenos, habría sido ocultada en un sarcófago de mármol blanco de la misma época y enterrada con él. Un día, a finales del siglo X un campesino labraba una tierra baldía cuando sus bueyes se pararon bruscamente y se negaron, a pesar de la insistencia del hombre, a avanzar más. Creyendo que habían sido estorbados en su marcha por un zarzal (en provenzal: romigier), el labrador lo incendió. Los bueyes reemprendieron la marcha, pero cuando volvieron a pasar más tarde por medio de las cenizas del zarzal, se detuvieron nuevamente, se arrodillaron y bajaron la cabeza. Avisados los habitantes, acudieron presurosamente. Cavaron y sacaron a la luz del día el famoso sarcófago en el cual se encontraba la estatua totalmente envuelta en telas preciosas tejidas en oro. Mientras se esperaba que fuera construido y acondicionado un edificio para albergarla, fue transportada y venerada en el monte de Oro, y luego, al finalizar los trabajos, colocada encima de la puerta de la iglesia. Durante la noche, en varias ocasiones, la estatua abandonó el lugar para ir a posarse misteriosamente sobre el altar, en el interior, señalando así el lugar donde quería le fuera rendido su culto.
A causa de aquel milagroso y extraordinario descubrimiento le quedó el nombre de Notre Dame du Romigier.
El romigier es un matorral espinoso y la estatua está bajo tierra en un sarcófago (alusión al ocultismo, como la cripta o la gruta, y no indicación funeraria). Es transportada primero al monte de Oro y luego se niega a ser colocada fuera de la iglesia porque quiere ser venerada dentro del edificio. Finalmente los bueyes que, merced a su detención, su postración y su caída a tierra, permitirán la "invención de la efigie", aportan también el elemento solar siempre asociado al culto. El toro (o el buey) en todas las religiones antiguas ha tenido siempre la misma significación, la de representar el sol y por extensión, la vida que, gracias a su acción fecundante, se produce en la tierra. Entre los signos del zodiaco, el toro es el emblema de la primavera, de la renovación, de la vida. En las ceremonias dedicadas a Cibeles, se inmolaba un toro y la diosa Isis era representada a menudo con la cabeza adornada con un par de cuernos simbólicos. Dentro de una tradición sagrada es, evidentemente, donde hay que encontrar los orígenes de los juegos tauromáquicos que siguen siendo tan célebres tanto en el Mediodía de Francia como en España.

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