
Esto contrasta con el cosmos de los hindúes, los jainistas y los budistas; en general, el mundo oriental no cree en los ángeles como reveladores de la verdad. Esta función se delega en otros seres, a menudo reencarnaciones de sabios sagrados o encarnaciones de las deidades. Pero en las tradiciones occidentales, que se basan en la oración más que en la meditación, el ángel es un elemento esencial. Incluso existe un grupo especial de ángeles que descienden silenciosos al alba para escuchar las plegarias de los creyentes de Israel. En la tradición occidental, a fin de revelar el objetivo y destino de la especie humana, la Palabra de Dios es transmitida por los mensajeros celestiales, cuya función primordial es alabar y servir al Todopoderoso y cumplir su Voluntad. Antes del surgimiento de la ciencia moderna en los siglos XVI y XVII y con las recientemente descubiertas Leyes y Fuerzas de la Naturaleza, se creía que eran los ángeles quienes movían las estrellas y los elementos. La gravedad no era una ley de la naturaleza, sino una inteligencia angélica activa.
El término "ángel" deriva de una traducción griega del original hebreo malákh,que antiguamente quería decir la "Cara oculta de Dios", pero más tarde pasó a significar "mensajero". Esta derivación puede brindar una clave de por qué experimentamos cierta incertidumbre cuando intentamos describir la naturaleza de un ángel, puesto que "mensajero" implica más una función o estatus en el seno de la jerarquía cósmica que una esencia. La importancia básica de los ángeles no radica en quienes son, sino más bien en lo que hacen. Su naturaleza inherente no puede separarse de su relación con el Creador, el Dios Supremo Absoluto. Así encontramos al ángel mensajero Vohu Manah (Espíritu del Bien), revelando el mensaje de Dios a Zoroastro hace 2500 años , y al arcángel Gabriel dictando el Corán a Mahoma más de 1000 años después. En ambos casos, el papel de estos espíritus de Dios es mucho más importante que su propia identidad, su naturaleza de "ser". Los ángeles no sólo van ligados a Dios, sino que, además, son inseparables de sus testigos. (Malcom Godwin).
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