Liberándonos, liberamos a los demás. El desapego no es desamor, es sostener nuestra libertad, permitiendo, también, ser libres a quienes amamos. El desapego no es abandono, por el contrario, es un acto de amor incondicional. Quien ama verdaderamente, deja libre al otro. Hay ciertos lazos que atan, privando la libertad y por lo tanto impiden a las personas su evolución como almas. El desapego es no quedar ligado a las cosas materiales de la vida, sean estas un trabajo, una relación, una ciudad, una situación cualquiera. Algunas personas se dedican en sus vidas a acaparar pertenencias y afectos. Tomando posesión de bienes y personas, sean estos hijos, pareja o cualquier otro tipo de vínculo. Esta posesividad y control es lo que se llama apego a las cosas materiales de este mundo. Y muchas veces este control y posesión se hace tan excesivo que la persona no puede mirar si no es detrás de este cristal. Detrás de esta posesividad de objetos y personas, se anidan generalmente, el temor y la desconfianza, ambas características que alejan del Amor Divino. El amor y la confianza acercan a Dios. El desapego nos propone grandes cambios en nuestra vidas. A veces es necesario decir "Basta" y hacer un corte en una etapa de la vida, porque de otra manera quedaríamos estancados sin poder continuar con nuestro proceso evolutivo personal. El desapego se puede aprender de diferentes maneras, pero una de las más frecuentes e ineludible es la muerte de un ser querido, aunque no todos puedan lograr realizar este aprendizaje por medio de esta circunstancia. Lo que llamamos "muerte", nos permite iniciar el camino del desapego. No podemos ver al ser querido y el hecho de que este siga existiendo en otro plano, hace que desarrollemos un estadio de amor diferente. Podríamos hablar de amor incondicional, por ser un amor en el que no contamos con el otro físicamente, pero sin embargo, seguimos sintiendo su "viva" presencia y compañía. El amor incondicional se desarrolla con el desapego. No es "querer", sino "amar". Yo te quiero expresa pertenencia, sentido de propiedad, por lo tanto, apego. El Amor va más allá, no tiene fronteras, es impersonal, es por el bien y el bienestar del otro, no por el propio. Esa es la verdadera entrega. Los ángeles pueden ayudarnos a cicatrizar los desgarros de nuestro cuerpo emocional. El desapego desata lazos, corta cordones que nos mantienen atados a viejas situaciones que no nos permiten avanzar. Cortando amarras nos liberamos, navegamos por el sendero de la propia vida, con total libertad, hacia el próximo destino. (Graciela Iriondo).
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