
Pero sus zarpazos dejan huellas, conocen el punto débil de su interlocutor y hacia allí van sin reparos, más bien sumergidos en su naturaleza sadomasoquista indeleble. Tienen personalidad y saben distinguirse entre la multitud. Hacen y deshacen a su antojo. No están para esperar a nadie. Adictos a cursos, seminarios, son siempre bienvenidos por su discreción y cultura general, a la que le sacan lustre. Es recomendable que sigan su vocación y tengan disciplina, tema clave en sus vidas. Adoran dormir todo el día, todas las estaciones y horas diurnas más que nocturnas en las que se encienden. Son más burgueses, domésticos y convencionales de lo que hacen creer. Sueñan con entrar en alguna iglesia alguna vez en la vida, sea ortodoxa rusa o de cualquier credo en el que se embarquen siguiendo algún amor o utopía. Esta liebre o conejo siempre tiene un as en la manga. Son magos, brujos que saben hilar fino en el inconsciente colectivo. Te acompañan felices al quirófano para mejorar estéticamente y darte los mejores tratamientos faciales, antiestrés y baños de barro.
Hay que seguirlos cuando están con buena honda y huir cuando están envenenados por algún conjuro. Sociables cuando jóvenes, los sabios maduros se refugian en palacios, monasterios o en jardines con fragancias aromáticas mezcla de sándalo y mirra. (Ludovica Squirru).
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