Aceite de oliva

El olivo, Olea europea, árbol de la familia de las oláceas, se menciona en diferentes pasajes de la Biblia. Crece en estado silvestre, pero en Palestina también se cultiva. Las laderas occidentales del Líbano, la región costera y las colinas de Galilea están densamente pobladas de éstos árboles. Los más famosos crecen en el jardín del Getsemaní y se dice que algunos de ellos son de los tiempos de Jesús, ya que estos árboles viven muchísimos años.

El olivo es mencionado al principio del Génesis (8,11) cuando Noé verifica que las aguas ya no cubren la tierra, gracias a la rama verde de olivo que le trae la paloma.

El olivo siempre compite con la vid y la higuera por el primer lugar con respecto al uso que de ellos hace la humanidad. El olivo fue llevado a Grecia en la antigüedad más remota; de allí pasó a Italia y luego al sur de Francia y luego a América del Norte. El olivo, "sajit" en hebreo (lustroso, verde nuevo), es parecido a un arbusto cuando crece silvestre, pero también puede alcanzar una altura de 12 metros. Es de hoja perenne y produce frutos parecidos a pequeñas ciruelas, de color verde oscuro y con hueso: las aceitunas, cuya carne contiene un un 50% de aceite. El aceite de oliva se obtiene una vez extraídos de las aceitunas maduras el hueso y el pecíolo; posteriormente la pulpa se tritura y se pasa a presión a través de finos sacos de yute.

El aceite de oliva, que en la actualidad ocupa un importante lugar en la medicina, también tenía su uso medicinal en la antigüedad. Desempeñaba un papel fundamental en la preparación de unciones. Cuando reyes o sacerdotes eran ordenados, se vertía aceite sobre sus cabezas, e incluso el tabernáculo y todos los demás objetos se ungían en aceite mezclado con mirra, canela, cálamo aromático y casia (Éxodo 30,22). Jacob ungió la piedra que colocó bajo su cabeza antes de acostarse a dormir, la misma noche que soñó que veía la escalera que unía el cielo con la tierra. (Hierbas medicinales en la Biblia).