UN PASEO PARA CONOCER EL MUNDO DE ESTOS SERES MARAVILLOSOS .....

diciembre 19, 2010

Minos, el rey de un laberinto

Dédalo era el gran ingeniero de Cnosos, en la Creta del rey Minos. Mucha obras importantes había emprendido Dédalo para embellecer y fortificar la ciudad, el hermoso palacio real. La obra más destacable de todas era el grupo de cisternas que recogían el agua de lluvia para, más tarde, distribuirla a las demás habitaciones: la recámara de la reina Pasifae, el cuarto de baño de vapor de Minos, el dormitorio de las hijas: Ariadna y Fedra, y las piscinas de toda la familia.
Minos y Pasifae formaban una familia bien constituida, en la cima del poder, pues Cnosos era la capital de un país que verdaderamente dominaba la ruta marina. Minos y Pasifae eran un matrimonio fuerte, compuesto por individuos fuertes, de gran carácter y por lo tanto, convencidos de su categoría superior. Estaban destinados a perpetuarse en el poder y lo hubieran logrado de no haber sido por un regalo que un día les llegó de parte del dios del mar.
Poseidón envió un hermoso toro blanco a las costas de Cnosos. Minos pensó en sacrificarlo a Poseidón, que era lo que debía hacerse, pero le daba pena matar al hermoso ejemplar y en su lugar inmoló otro toro.
Hizo mal, claro... porque Poseidón se enojó y ese fue el principio de la perdición de la casta minoica.
El hermoso toro blanco pastaba por allí y la reina Pasifae suspiraba por una aventura que le ayudara a hervir su sangre, por el aburrimiento de la corte. Entonces ideó un plan y se lo expuso, con toda confianza, al ingeniero más famoso del mundo que residía en su reino. Dédalo la miró con extrañeza, pero los genios están para otras cosas y nadie le había pedido opinión (después de todo, estaba contratado por la corte y él debía cumplir con lo que le solicitaban). De este modo, corrigió allí algún detalle del plan original y agregó algún dispositivo allá y pronto le llevó a la reina el artilugio: una vaca de madera con un orificio especial.
La reina se escondió dentro de la vaca de madera fabricada por Dédalo y comenzó a mugir para llamarle la atención al toro blanco enviado por Poseidón. El poderoso animal respondió al llamado y montó a la inerte y dura y algo fría vaca. Pasifae gozó escondida dentro de la vaca de madera. Pero no previó un detalle: la reina quedó embarazada y no podía imaginarse el monstruo que podía salir de esa unión.
-Se llamará Asterión, como el abuelo- fanfarroneaba Minos, quien aún no sabía que él no había sido el progenitor.
-Y si fuera una niña? -preguntaba la reina, haciéndose la distraída.
-Se llamará como su madre, mi reina- decía Minos, orgulloso y exultante, mientras pellizcaba la mejilla de Pasifae.
Y le nació Asterión al rey y también, torito, aunque los cuernos del padre estaban representados en el recién nacido; de hecho, no podían salir del cuerpo de la madre y por eso desgarraron a Pasifae y murió.
En ese momento, con la criatura en brazos, Minos se preguntó que hacer, ahora que estaba enterado de todo. La respuesta no se hizo esperar. Como primera medida, se enfureció mucho, y luego sacrificó al toro blanco en honor a Poseidón, hecho que debió haber ocurrido antes.
Más tarde, calificó a Dédalo de gran traidor y le ordenó fabricar un jardín de caminos entreverados, donde, una vez terminado, recluyó allí a Dédalo y a su hijo Ícaro y, como quien no quiere la cosa, al mismo Asterión.
Dédalo construyó un laberinto que la vez era una prisión. pero todo laberinto tiene su salida hacia arriba pues, por muy altas y confusas que sean sus paredes, no tiene más techo que la bóveda del cielo. Entonces Ícaro, que heredó la inteligencia de su padre, fabricó unas alas con plumas que unió con cera, se las calzó a su padre y a él mismo y salieron volando del laberinto, mientras Asterión los miraba con ojitos de no entender muy bien qué estaban haciendo.
Ícaro se entusiasmó con la estratagema y comenzó a volar muy alto, aunque Dédalo le aconsejó que no se acercara demasiado al Sol pues derretiría la cera de las alas. Pero Ícaro, que tenía la imprudencia de la juventud, se dejó llevar por su impulso y aconteció lo que su padre había pronosticado: el Sol derritió la cera, las plumas se desprendieron y el muchacho cayó a pique. Ícaro aprendió qué es la fuerza de gravedad, pero no tuvo tiempo de difundir esta ley de la ciencia, pues se estrelló sobre las rocas de una isla que hoy lleva su nombre: Icaria.
Lo importante es que Asterión, con el tiempo, creció y se convirtió en un recio espécimen de cabeza y cola de toro y cuerpo de hombre. Quizá por burla de sus enemigos o, quizá, por la practicidad del lenguaje, pronto se lo conoció con el título de Minotauro o, en su lengua, "toro de Minos", pues de hecho lo era.
Y el Minotauro le devolvió la estabilidad al reino de Minos, al menos por un tiempo. De modo que Minos, a pesar de las burlas y de las intrigas de quienes confabulaban en su contra, conservó al monstruo todo el tiempo que le fue posible. (Ariel Pytrell)


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