UN PASEO PARA CONOCER EL MUNDO DE ESTOS SERES MARAVILLOSOS .....

diciembre 14, 2010

Ganímedes, el copero de los dioses

Aburrido Zeus en el Olimpo, decidió echar una miradita a la Tierra. Entonces vio, en el monte Ida, en Troya, a un adolescente de hermosa mirada que conducía a pastar a un rebaño. Entonces Zeus sintió una pasión desmedida, nunca antes sentida, por ese muchacho que recién comenzaba su juventud. Zeus se dedicó a mirar un tiempo a ese bello joven hasta que aprendió de memoria uno y cada uno de sus rasgos.
Ganímedes era el nombre de ese ejemplar masculino, un descendiente de Tros, el rey que le dio nombre a Troya. Ganímedes permaneció ignorante de la pasión que despertaba al dios del rayo. Y Zeus, que lo amaba en silencio, aprendió a amar la piel lampiña de Ganímedes, a conocer los pliegues de esas caderas poderosas, a disfrutar la vista de esos hombros musculosos. A la distancia, Zeus admiraba los labios del joven y los comparó con los frutos jugosos que en cualquier momento se abren de maduros y observó el brillante cabello que se mecía con una cadencia dulce, imperceptible para cualquier ser efímero.
Y, en los ojos claros del muchacho, vio el mar en su anchura y profundidad y se dio cuenta de que espejaban al propio cielo, donde dios vivía. Entonces, no dudó más y descendió a buscarlo.
Lo hizo en forma de águila. Ganímedes vio como la inmensa ave descendía con sus garras tensas y, con violencia, lo arrebataba de las laderas del Ida y se lo llevaba por el aire. El adolescente vio cuan alto podía subir esa ave, y desde las alturas, vio por última vez sus vacas y su río y la ciudad de las fuertes murallas. Y se desvaneció.
Cuando despertó, los dioses lo aplaudieron y le aseguraron que era uno de los pocos mortales que los dioses convertían en inmortal, pues a partir de ese momento divino, Ganímedes reemplazó a Hebe como copero de los dioses: ahora debía escanciar el néctar, el licor divino, en honor del dios de todos los dioses. Zeus estaba muy contento, con sus mejillas ardientes. Y los dioses lo miraban al joven con respecto y admiración, menos Hera, que lo hacía con desprecio y furia contenidos.
Y Hebe? Bueno, digamos que pasó a un retiro voluntario, pues eso de lidiar en la corte divina no era para un ser tan dulce y cándido como ella. De modo que dejó el puesto al adolescente favorito de su padre y ella, que era la viva personificación de la juventud, se dedicó a danzar con las musas bajo el son encantador de la lira de Apolo, su medio hermano.
(Ariel Pytrell)

1 comentario:

  1. Tu cada vez me sorprendes, con fabulosos relatos, historias, mitos, escritos, exposiciones, imágenes!

    Un Besito Marino

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