La notable inteligencia y los extensos estudios de Catalina de Alejandría la situaban intelectualmente al mismo nivel de los grandes poetas y filósofos del siglo III. Después de una aparición de Jesús consagró su vida al cristianismo y se consideró desde entonces su prometida.
Cuando intentó convertir al emperador Maximiliano, éste se encolerizó y la sentenció a morir en la rueda de la tortura. La rueda se rompió y él mandó a decapitarla.
Los restos de la mártir fueron hallados en una gruta al pie del Monte Sinaí "depositados ahí por los ángeles". Así, el Monasterio que ahora lleva su nombre se convirtió en centro de peregrinaciones.
(Lugares Sagrados - La Nación)
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