Las deidades de la mitología japonesa derivan de varias influencias culturales, incluidas las del sintoísmo, el hinduismo y el budismo. El Sol, como símbolo, adquiere particular importancia en esta cultura.
Existen pocas diosas del Sol en la mitología mundial, en particular después de la dispersión de los cultos a las figuras femeninas que tuvo lugar en la mayoría de las civilizaciones patriarcales de Oriente, Asia Central y Europa. Sin embargo, Amaterasu es una deidad poderosamente mítica y muy respetada por derecho propio, que adquiere gran importancia en el sintoísmo. En la vida secular japonesa, las mujeres alcanzaban la condición de guerreras o profetisas gracias a la adoración de Amaterasu.
En la antigua mitología japonesa, la poderosa interacción entre el Sol y la Luna resultaba esencial para la fertilidad del mundo. Amaterasu era hija de Izanami e Izanagi, las últimas dos deidades que surgieron que surgieron en el junco cósmico del comienzo del universo. Su importante mito, en relación con Susano, conforma el eje de la adoración del sintoísmo y el poder dinástico, político y social de Japón. La familia imperial de este país se consideraba descendiente directa de la diosa del Sol.
Los símbolos de poder de Amaterasu como diosa del Sol era un collar confeccionado con luz, la Vía Láctea y las primeras prendas de vestir que utilizó, adornadas con fabulosas joyas, piedras preciosas y la dorada luz solar.
Ha sido adorada desde la antigüedad como Deidad Resplandeciente del Gran Cielo y cada 20 años su simple santuario con techo de paja situado en Ise (Honshu) es renovado en su honor.
(Sarah Bartlett)
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