El Doce (3 x 4), es al igual que el Siete (3 + 4), un número ideal que surge a partir del Tres divino y del Cuatro terrenal y simboliza así una nueva frontera temporal divina sobre la Tierra. Nos lo encontramos en los 12 meses del año, en los 12 signos del Zodiaco y en las 12 horas del día y en las 12 horas de la noche. Como tiempo sagrado se nos aparece duplicado en los 24 días que cuenta el calendario navideño de Adviento hasta llegar al día de Navidad, así como en las doce noches navideñas, que comienzan a partir de la noche del 25 de diciembre.
La docena (del latín duodecim = doce) es lo que nos permite redondear a una cantidad y se dice que hay que contar hasta doce para haber entendido algo bien del todo. Esto queda reflejado en el alemán y en el inglés en el hecho de que los números tienen nombre propio hasta llegar al doce y a partir de allí adquieren nombres compuestos.
Pero el Doce no solamente cierra un ciclo en el sentido temporal; también desde el punto de vista cuantitativo se puede decir que este número determina una totalidad.
Como docena, viene representada en personajes como los doce cazadores, doce hermanos o doce hadas buenas. Jasón emprende la búsqueda del vellocino de oro en compañía de doce argonautas. En los cuentos de los nibelungos se dice que Sigfrido se dirige hacia Worms para conquistar a Kriemhilde acompañado de doce compañeros y que más tarde navega durante doce noches y doce días a Islandia, donde tendrá lugar su lucha universal con Brunilda. De esta valkiria cabe resaltar su fortaleza, pues era capaz de lanzar una piedra, que aquellos doce hombres cargaban con gran esfuerzo, a doce brazas, que era una antigua medida de longitud.
En la tabla redonda el rey Arturo, el duodécimo lugar estaba vacío, pues pertenecía al intrépido caballero que debía de encontrar el Santo Grial.
Sobre doce tablas aparece narrada la epopeya de Gilgamesh, el poderoso rey de Uruk, que en su búsqueda de la inmortalidad vagó durante doce horas por las tinieblas hasta llegar al fin del mundo y después atravesó las aguas de la muerte en una balsa que se movía mediante la ayuda de de doce pértigas tardando en ello 120 horas dobles. Las doce funciones de este primer héroe importante de la mitología occidental se convirtieron en un ejemplo para las doce famosas tareas encomendadas a Heracles, gracias a las cuales fue curado y alcanzó incluso la inmortalidad. Estos doce cometidos, que van desde la muerte al león, hasta el secuestro del perro de los infiernos, se ven reflejados de múltiples maneras en los doce signos del Zodiaco.
En la geometría se conoce la figura del dodecaedro, que está formado por doce pentágonos. La simbología del número Cinco puede estar relacionada con la naturaleza pecaminosa del hombre (estrella pentagonal con la punta hacia abajo) o con nuestra aspiración de llegar a lo más alto, a alcanzar la unidad (estrella pentagonal con la punta hacia arriba). Por esta razón, el dodecaedro encierra en sí una profunda simbología, determinada por la combinación del Cinco y del Doce. Une al hombre (5) con el espacio divino (12). Esta idea viene perfectamente reflejada en el famoso cuadro de Salvador Dalí que representa la Última Cena y que precede a la obra en la que plasma la resurrección. El artista nos muestra a los doce apóstoles en un primer plano, que representaría al mundo real, y a Cristo en el centro, en el lugar que marca la frontera entre el mundo terrenal y el espacio divino, cuyo acceso abrirá cristo al hombre al día siguiente a través de su muerte.
El Doce perfecto está simbolizado igualmente en el mundo de las deidades griegas, concretamente en la figura de los doce titanes de tiempos inmemoriales, en cuyo lugar aparecerían más tarde los doce olimpos. También está representado por Asgard (ilustración), el dios celestial de los germanos en el que viven y actúan los doce Asen.
En la Biblia, el número Doce juega un papel clave cuando se trata de describir todo el círculo, toda la integridad. Conocemos los doce troncos de Israel, el libro de los doce profetas del Antiguo Testamento, los doce discípulos y los doce apóstoles, pero es el último libro de la Biblia, el Apocalipsis de san Juan, el que está totalmente marcado por la simbología de los números. En ella es el doce el número de medida que se utiliza en el Nuevo Jerusalén, el lugar de los liberados.Esta ciudad de Dios ha sido edificada sobre los doce fundamentos, provista de doce puertas con doce perlas que llevan los nombres de los doce troncos de Israel y que es protegida por doce ángeles. En esta ciudad no se pretende resaltar únicamente el carácter divino de esta número, sino la idea de la meta. Se dice que con doce se cierra un ciclo, que el doce simboliza el final del largo viaje y, en definitiva, la meta alcanzada.
San Juan tuvo una visión que pone de manifiesto que al final de los tiempos se les concederá a 12 veces 12.000 hombres elegidos el privilegio de vivir en esa ciudad sagrada. Pero hasta que no se haya alcanzado la más alta de las metas, el cierre de un ciclo significa que debe comenzar uno nuevo con el número Uno, si no queremos continuar con el número Trece. (Hajo Banzhaf)
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