Se dice que cuando Moisés vio arder la zarza sin consumirse y supo que era Dios quien le hablaba, entendió cuál debía ser su misión.
Monte Sinaí es el nombre de una serie de picos. Este territorio, en la antigüedad, fue habitado por los beduinos. Ellos dejaron lo que hoy se conoce como "inscripciones proto-sinaíticas".
Monte Sinaí también se llama a las Montañas Santas que sirvieron como escenario para la aparición de Dios ante Moisés y al éxodo de éste con los hebreos. Según contó la peregrina Egeria, este monte que parece ser uno solo, no es uno sino muchos, aunque todo él se llame Monte de Dios. Y aquel monte especial, en cuya cima descendió la majestad de Dios, como está escrito, se halla en medio de ellos.
Es ahí, en el sitio mismo de la aparición, donde se levantó un monasterio, hoy sagrado para el judaísmo, el cristianismo y el islamismo.
Se puede subir a la cima por dos caminos. El más largo asciende desde atrás del monasterio, haciendo un serpenteo antes de la cima de Moisés.
El otro camino son escalones tallados en el granito y lleva directamente a la cumbre.
Casi a medio recorrido se encuentra "la puerta de la confesión", puesta por los monjes para delimitar el Lugar Santo; donde los primeros peregrinos no podían traspasarla si no se arrodillaban y pedían perdón.
Más arriba hay otra puerta, la de San esteban, un ermitaño que pasó escuchando las confesiones de los peregrinos casi toda su vida. Se cree que éste es el camino que usó Moisés para subir al Monte Sagrado.
Ya en la cumbre, hay una pequeña iglesia donde se recuerda a Dios entregando a Moisés las tablas de la Ley. Algunos visitantes suben a esperar la luz de la aurora en lo más alto. Desde ahí el paisaje es maravilloso. Y cuando quedan pocos turistas, el silencio se vuelve profundo, tanto como la santidad del Monte.
(Lugares Sagrados - La Nación)
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