La casa Milà en el Paseo de Gracia de Barcelona es uno de los geniales edificios civiles que construyó Antoni Gaudí por encargo de la familia Milà. Con una estructura reticular de hierro soportando las diferentes plantas, Gaudí se permite hacer una fachada ondulante, de piedra, sorprendente: la fachada deja de ser un elemento estructural de la casa y pasa a ser una envolvente susceptible de tener formas imaginativas. Con ventanas pensadas en una perfecta entrada de sol en las viviendas, con balcones cuya barandilla son algas plasmadas en hierro forjado, la fachada es un homenaje no a las cuevas, sino al mar. (Qué paradoja!! Un monumento al mar fue bautizado como La Pedrera).
En la azotea, sorprendentes formas geométricas culminan chimeneas, salidas y ventilaciones. Soportando esta azotea, un espacio mágico de arcos catenarios acoge hoy el Espacio Gaudí, cuya visita es la mejor entrada que un turista puede tener al gaudinismo, gracias a los contenido que le ha sabido dar Daniel Giralt Miracle.
La genialidad de Gaudí radica en ver que esta forma invertida dará lugar al arco arquitectónico que se sostendrá a sí mismo al comportar una distribución óptima de cargas que irán a parar directamente al suelo. En la Casa Milà, Gaudí hacía marcar cada arco catenario con una cadena colgada de dos clavos sobre una madera (una fijada la amplitud), con un lápiz se dibujaba el perfil catenario en la madera, se cortaba esta pieza y puesta al revés daba la forma sobre la cual realizar el arco.
La aportación gaudiniana no es pues el invento de la catenaria, sino haber visto la aplicabilidad de esta curva a arcos arquitéctonicos. (Claudi Alsina)
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