Aunque envueltos en leyendas, búsquedas y fantasía caballeresca, el castillo medieval, pese a sus fuegos centelleantes, estandartes ondeados, banquetes, doncellas y caballeros con armadura, debía de ser un lugar muy duro para vivir. Eran máquinas de defensa del territorio y también de matar.
El estuario del río Conwy, justo debajo del castillo, proporcionaba una barrera natural que realzaba las cualidades defensivas de la fortificación. La construcción de castillos en Europa durante siglos de guerra derivó en una competición por crear las estructuras más imponentes, sobre todo vistas desde la distancia. Los poderosos castillos construidos en Gales por Eduardo I son duros recordatorios de cómo los invasores normandos sometieron y dominaron a todo un pueblo. otros castillos, sin embargo, son sorprendentemente hermosos, ya que fueron creados por personas más acostumbradas a adornar catedrales, como Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, que encargó el mejor castillo de España, el de Coca, del siglo XV en Segovia, impresionante mezcla de arquitectura morisca y europea medieval. El castillo medieval fue bastante lujoso en su apogeo y se usó más como palacio que como fortaleza. En términos de funcionalidad, los castillos fueron perdiendo terreno frente a la pólvora y el armamento moderno, pero los que siguieron desempeñando su papel de máquinas de guerra han adquirido un encanto propio a lo largo de los siglos, como la Torre Blanca de Guillermo de Normandía, del siglo XI. (Jonathan Glancey)
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