Según Louis Charpentier, la primera impresión que tiene un visitante al entrar en una catedral gótica es una especie de enderezamiento inmediato de la espina dorsal, como si su cuerpo adoptara súbitamente la actitud erecta que hace que los hombres sean diferentes de todas las demás criaturas: los pies son como raíces, la cabeza es como una copa, el cuerpo está recto como un árbol. Efectivamente, el impulso vertical de las estructuras góticas, de los pilares, los arcos y las bóvedas, obliga al hombre a erigirse también, lo hace sentirse protagonista entre el cielo y la tierra. Cuando entran en una catedral, descubren que existe una dimensión diferente, que escapa al cansancio, hace que el hombre dirija su mirada hacia lo alto y lo lleve a sobrepasar su condición humana, unida a la tierra para acercarse al cielo.
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