Agua

Simbólicamente, es ambivalente, vivifica y fecunda y hace referencia al hundimiento y perdición. En muchos mitos de la creación del mundo, el agua es la fuente de toda vida y al mismo tiempo un elemento de disolución y ahogamiento. La inmersión en las aguas significa el retorno a lo preformal, como muerte y disolución y remite además, al renacimiento y nueva circulación. La cualidad de transparencia y profundidad de las aguas explica la veneración de los antiguos. Los babilonios la llamaron "casa de la sabiduría". En la India se la considera como el sostén de la vida que circula a través de la naturaleza en forma de lluvia, savia, leche, sangre. Ilimitadas e inmortales, las aguas son el principio y el fin de todas las cosas de la tierra. El agua de lluvia es la vivificación llena de bendiciones; los remolinos representan gráficamente dificultades y convulsiones; los ríos que fluyen tranquilamente, la vida que transcurre en orden. En el cristianismo, el agua es purificadora: en el bautismo lava la mancha del pecado. Además, el agua se bendice en determinados días festivos y sirve para hacer la señal de la cruz con los dedos humedecidos en ella. Está muy extendida la veneración del agua que surge de las profundidades de la tierra y que actúa como regalo de los dioses, sobre todo cuando es caliente o tiene propiedades curativas. Los celtas veneraban las fuentes sagradas a las que relacionaban con la madre tierra dadora de dones. La costumbre de echar monedas a las fuentes es reminiscencia de sacrificios simbólicos a deidades acuáticas a las que se les atribuía la capacidad de conceder deseos. Junto a las fuentes sagradas se veneraba a las ninfas, personificaciones de los anhelados efectos bienhechores. El rocío, de acuerdo a una antigua concepción, tiene origen en los rayos de la luna o las lágrimas de la diosa Eos, la aurora. El cristianismo asocia al rocío con el don de la gracia de Dios que desciende de los cielos. (Diccionario de Símbolos).