Las deidades hindúes y budistas están muy vivas en los rituales de hoy, aunque pertenecen a la literatura más antigua del mundo, el épico Gita y los sutras sánscritos. Los miembros del panteón griego y unos pocos "recién llegados" como Dionisio, son mencionados, invocados y adorados en himnos ocupando una posición prominente en las obras de Esquilo, Sófocles y Eurípides, los díalogos de Platón, los himnos homéricos y por supuesto, La Ilíada y La Odisea. La intervención de Apolo, Afrodita, Ares y Atenea en la guerra de Troya, la llegada de Hermes o Iris trayendo mensajes, tienen grandes paralelos con las idas y venidas del Ángel del Señor y el arcángel Gabriel, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Luego de los complots de dioses y semidioses de la Ilíada, tenemos a Atenea protegiendo a Odiseo y a Venus como "ángel guardián" de Eneas en La Eneida, con varias y distintas apariciones del "mensajero con alas", Mercurio. La Eneida, proveyó a Dante el modelo sobre el cual estructurar el Infierno de La Divina Comedia en el siglo XIV. En las historias del Cid Campeador y en la Canción de Rolando, se invocan a los ángeles durante las batallas, mientras que la Canción de los Nibelungos suministró los argumentos para las óperas de Wagner, llenas de hadas, ninfas y demonios. Con la llegada del Renacimiento, Vegio, Sannazaro, Vida y Tasso incluyen en sus argumentos la intervención de arcángeles cristianos. Y el Orlando de Ariosto no es más que un irreverente tratamiento de la intervención de Miguel, que ayuda a los cristianos en su lucha contra los moros. En la literatura inglesa tenemos la épica de El paraíso perdido, de John Milton y la redención del Paraíso recuperado, los fantasmas, las brujas y los genios (Ariel y Calibán de La Tempestad) de Shakespeare, así como quizás las menos interesantes alegorías de Edmund Spencer. En la Reina de las hadas (1590), por ejemplo las fuerzas del bien y las malvadas están revestidas de un simbolismo que deriva de los mitos celtas, con alusiones a los clásicos, a Dante, en especial, al Orlando furioso de Ariosto. Cuando los ángeles reciben reconocimiento, junto con la Virgen María y otros santos, en las cortes medievales y renacentistas, los poetas líricos ingleses alcanzaron gracias a ellos alturas celestiales llenas de imágenes y melodías. Destacaremos la poesía juvenil de Milton (En la mañana de la Navidad cristiana) y la ya madur "Es una música solemne", que aspiran a recrear la música y la magia de las angélicas presencias. Y a la fresca poesía de Richard Crahaw, George Herber, John Donne y John Dreiden. (El libro de los ángeles).
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