UN PASEO PARA CONOCER EL MUNDO DE ESTOS SERES MARAVILLOSOS .....

noviembre 22, 2007

La vida que Dios Padre nos regala

Tus muertos resucitarán "para ti" cuando hayas aceptado que "murieron para ti; sólo los recuperas en su regreso, cuando aceptaste su partida". No es posible la alegría del reencuentro, sin sufrir el dolor de la despedida. No te mueras con tus muertos: déjalos dormir su tiempo como duerme la oruga en la crisálida, esperando la primavera para hacerse mariposa. Dios no es menos Dios, justo o más injusto, más bueno o más malo cuando naces que cuando mueres. O crees en Ël y otra es creer en tus explicaciones. Ante la muerte se acaban las explicaciones. No te tortures sintiéndote culpable ante tus muertos, los muertos no cobran deudas. Además si resucitaran volverías a ser con ellos como fuiste. No te mueras con tus muertos: muéstrales más bien, que como el árbol podado en invierno, lejos de morirte, retoñas vistiendo tu desnudez, devolviendo frutos por heridas. Acepta y date cuenta que tus muertos te plantean un serio desafío: el de tener una respuesta para el sentido de tu vida. Porque mientras no sabes para qué murieron ellos, tampoco sabes para qué vives tú. Ante tus muertos queridos tu corazón tiene mil interrogantes y tu razón ninguna respuesta. Resolverás mejor cuando te preguntes menos y aceptes más. Las flores que les regalas hablan de la vida y de la esperanza. También en tu corazón duermen la vida y la esperanza esperando que tú las despiertes para seguir viviendo esperanzado. No te mueras con tus muertos: míralos marchar por su camino, hacia la meta; aprende la lección que ellos te dejan, diciendo que tu andar de peregrino, también tiene un final al que te acercas. Más que con la frialdad de los mármoles, más que con suntuosos monumentos y grandilocuentes discursos, honra a tus muertos con una vida digan. Aprende de ellos una lección para la vida: es mejor amar a los tuyos mientras viven, que quitarte las culpas por no haberlos amado, cuando ya se fueron. No te mueras con tus muertos: despídelos como despides las aguas del río que van al mar, sabiendo que volverán mañana nubes y serán lluvias en tu rostro. Así como los cirios encendidos se queman y derriten dando luz y color en su despedida, que tu corazón no se derrita en vano, quemándose en el fuego del dolor, sino que arda en las llamas del amor y en la luz de la esperanza. No te mueras con tus muertos: recuerda que donde ardió el fuego del amor y de la vida, debajo de las cenizas quedan las brasas esperando un soplo para hacerse llamas. No frenes tus lágrimas cuando llegan, ni fuerces el llanto cuando se alejan. No dejes de llorar porque alguien lo reprueba, ni te obligues a llorar por lo que dirán los otros. Respeta tu dolor y tu manera de expresarlo. No te mueras con tus muertos: déjalos partir, como parten las golondrinas en otoño, para anidar en otros climas y volver más numerosas y crecidas en otra primavera. Las lágrimas que ocultas, el dolor que escondes y la protesta que callas, no desaparecen, quedan al acecho del momento en que puedan estallar. Y es mejor que lo vivas todo a su tiempo y en su hora....como otro nacimiento. No te mueras con tus muertos: déjalos que vayan como esa semilla que se la lleva el viento, no por el capricho de llevarla, sino para sembrarla en algún lado, aunque tú no sepas donde...a la hora de cosechar. Ellos no están en el cementerio. Nunca estuvieron allí, salvo cuando estaban vivos El cementerio es como un surco donde se arrojan las semillas. Ningún sembrador vuelve a remover la tierra para buscar las semillas ya sembradas, regresa ala campo a la hora de cosechar espigas. No te mueras con tus muertos: diles tu adiós, esperanzado como despides el sol en el ocaso, la luna y las estrellas en la aurora, sabiendo que a su turno y a su hora todos volverán a su encuentro. Estos días de dolor profundo, grises de tristeza, de soledad y de silencio, son como el tiempo del invierno para las plantas...pero confía en la vida, que es siempre más fuerte que la muerte. No te mueras con tus muertos: llévalos vivos en tu amor y vive con ellos tus recuerdos. Mientras esperas que ellos regresen como si no hubieran muerto, les impides volver de otra manera, a ocupar un lugar en tu corazón y en tu recuerdo. Es una ley de la vida: no se goza despertar de la aurora sin pasar por la muerte del ocaso. Si buscas un camino para reencontrarte con ellos, no los busques llorando o en tu pasado; búscalos más bien, esperanzado andando tu camino hacia el futuro. (Extraído de la web - desconozco su autor).

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