El símbolo también pertenece a la dimensión sagrada, nunca a la profana, que significa literalmente "fuera del templo" y engendra por tanto únicamente signos y alegorías (alegórica, por ejemplo, es la figura de Temis, la diosa de la justicia que tiene los ojos vendados y sostiene una balanza y una espada y que no puede mirar a nadie). El símbolo, por el contrario, posee una eficacia intrínseca, aún cuando quien esté en contacto con él no sea capaz de descifrarlo. En los tiempos antiguos, no existía nada profano, y la misma ciudad era concebida como lugar de culto. La separación entre sagrado y profano se manifestó más tarde. La catedral, por tanto, sólo contiene símbolos sagrados.
Entremos en Notre Dame de París, de Chartres o de Amiens y desviemos por un momento nuestro espíritu de las obras de arte que esas catedrales contienen. Consideremos la estructura desnuda de la catedral y veamos si podemos alcanzar el símbolo. Visto desde esta óptica, la ciudad sagrada se transforma en un universo de números expresados en las medidas y en las relaciones entre sus partes (el crucero en relación con la nave, la altura en relación con la planta). Estos números también se aplican a las líneas de fuerza producidas por la misma estructura.
La primera operación realizada por los maestros de obra en la construcción del edificio era la localización del centro por medio del pilar, tras lo cual abordaban el desarrollo de un plan; del pilar se pasaba al eje, es decir, a la primera línea recta que tenía que ser establecida. Sobre esta línea se marcaban los cuatro cimientos siguientes: el centro del pórtico, el centro del crucero, el centro del altar y el centro del ábside detrás del deambulatorio. La distancia entre estos puntos daba como suma ideal el número 10, fuera cual fuera la longitud real. Los segmentos que los unían dividían al número diez del total según criterios proporcionales. Después de haber fijado así los puntos clave, los masones determinaban la anchura del crucero, las naves, su altura, siempre según criterios geométricos, hasta la obtención de la osamenta completa de la planimetría y de la proyección.
(Los secretos de las catedrales).
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